La corrosión que no se ensaya
Abstract
This paper presents a forensic engineering investigation into the concealed degradation mechanisms affecting a zinc roofing system that appeared externally sound. Based on an in situ analysis supported by more than five hundred systematically classified photographs, the study identifies the coexistence of multiple electrochemical and physicochemical corrosion processes acting simultaneously within the same roof assembly.
The primary deterioration mechanisms include galvanic corrosion triggered by ferritic fasteners in contact with zinc, micro-perforation induced by low-mass steel fixings, ionic contamination from copper-treated timber substrates, and the formation of a chemically aggressive internal environment resulting from inadequate insulation and ventilation. These processes developed in the absence of visible water ingress and remained undetectable through conventional inspection methods.
The investigation demonstrates that such pathologies cannot be reliably identified through laboratory testing alone, as the laboratory analysis can only be conducted once the damage has been visually detected in situ. The paper also examines the critical aggravation of the deterioration caused by the application of a continuous elastomeric coating, which sealed the system and eliminated internal gas evacuation, thereby accelerating irreversible corrosion processes.
The findings highlight the limitations of prescriptive practice and institutional validation lacking fundamental physicochemical understanding, and emphasize the indispensable role of forensic field investigation in revealing the hidden realities governing the long-term performance of zinc roofing systems.
Autopsia forense de una cubierta de zinc y de un sistema profesional que prefiere no mirar
La patología real de una cubierta de zinc no se reproduce en laboratorio.
Se descubre.
Se descubre cuando alguien pisa la cubierta, la levanta y observa cómo la materia ha reaccionado durante años sin testigos, sin ruido y sin relato técnico que la acompañe. El laboratorio, en estos casos, llega siempre después: analiza fragmentos aislados una vez que la vista humana —entrenada y honesta— ha identificado el fenómeno. Pretender lo contrario es invertir el orden del conocimiento.
La cubierta objeto de este estudio presentaba, desde el exterior, un aspecto aceptable. Ninguna señal evidente de alarma. Ningún síntoma que justificase, a ojos no forenses, una intervención profunda. Y, sin embargo, bajo la chapa de zinc se desarrollaba un conjunto de procesos electroquímicos simultáneos, distintos entre sí, activos al mismo tiempo y condenados a confluir en un único desenlace: la destrucción del sistema.
La investigación se sustenta en más de quinientas imágenes obtenidas in situ, clasificadas por tipología patológica, de las cuales se acompañan cuarenta y ocho especialmente representativas. No ilustran una opinión: documentan una realidad.
1. Activación galvánica: cuando el error deja de ser constructivo y pasa a ser químico
El detonante principal del proceso fue la introducción de tirafondos de hierro en la fijación de grapas destinadas a una cubierta de zinc. Desde el punto de vista electroquímico, esta decisión activa de inmediato un par galvánico Zn–Fe.
No es una hipótesis ni una contingencia: es termodinámica básica.
En presencia de humedad —incluso en forma de vapor o película higroscópica— el zinc, metal menos noble, actúa como ánodo sacrificial. La corrosión se inicia de forma localizada y progresa con una cinética lenta pero constante.
No se requiere agua líquida.
No se requieren filtraciones visibles.
Solo potencial electroquímico y tiempo.
Cuando este fenómeno se presenta como “inesperado”, el problema no es el material: es el desconocimiento de principios elementales que deberían ser incuestionables en fase de proyecto, ejecución y supervisión.
2. Puntillas ferríticas: la perforación antes de la desaparición
El entablado de madera, soporte en sí mismo adecuado, se encontraba fijado mediante puntillas tipo alfiler de acero ferrítico. Su reducida masa induce a subestimarlas. Error frecuente.
Antes de su completa corrosión, estas fijaciones generan procesos de oxidación diferencial capaces de provocar la perforación progresiva de la chapa de zinc desde el interior. Se trata de un mecanismo de baja energía, alta persistencia y consecuencias irreversibles.
Este tipo de daño no aparece en tratados simplificados ni en soluciones comerciales. Aparece cuando se observa repetidamente sobre el terreno.
La corrosión no siempre avanza con violencia; a veces lo hace con paciencia.
3. Sales de cobre: la incompatibilidad que se sigue prescribiendo
La madera soporte estaba tratada con sales de cobre, introduciendo un tercer frente patológico por contaminación iónica. La interacción entre cobre y zinc en presencia de humedad es sobradamente conocida y documentada.
Que siga apareciendo en obra no es un descuido puntual. Es una negligencia estructural, validada en cadena: por quien prescribe, por quien ejecuta y por quien da el visto bueno.
Aquí conviene detenerse un momento:
decir “soy instalador”, “soy arquitecto” o “soy aparejador” no convierte automáticamente el acto en conocimiento. El título no sustituye a la comprensión fisicoquímica del sistema. Y, sin embargo, se sigue actuando como si lo hiciera.
4. El ambiente interno reactivo: patología sin agua líquida
El aislamiento de lana de roca, combinado con una ventilación deficiente, actuaba como acumulador de polvo exterior y contaminantes atmosféricos. Al interactuar con el vapor de agua generado en la cámara de aire, se creó un microambiente químicamente activo que atacaba de forma continua la cara interior del zinc.
Este es uno de los puntos donde fracasa la inspección convencional:
no hay goteras, no hay manchas, no hay señales visibles.
Y, sin embargo, la reacción ocurre.
La patología no depende de un fallo puntual, sino del comportamiento global del sistema.
5. El sellado definitivo: cuando el error se vuelve irreversible
Ante los primeros síntomas, se autorizó la proyección de caucho continuo sobre toda la superficie del zinc con la intención de impermeabilizar. Desde el punto de vista fisicoquímico, esta decisión clausuró el sistema.
Se anularon las vías de evacuación de gases, se impidió la desorción de compuestos volátiles y se creó un entorno cerrado donde la corrosión dejó de ser un proceso abierto para convertirse en un proceso encapsulado y acelerado.
No fue una solución fallida.
Fue la consagración del error.
6. Lo que nadie quiere estudiar
Las imágenes que acompañan este trabajo no buscan convencer. Obligan a aceptar. Demuestran que una parte significativa de las cubiertas de zinc fracasan no por el material, sino por falta de conocimiento científico real en su concepción y control.
Este artículo no pretende dar notoriedad a su autor.
Pretende dejar constancia.
Constancia de que la patología existe.
De que se puede ver.
Y de que seguir ignorándola ya no es un error técnico, sino una decisión consciente.
La materia ha hablado.
Lo demás es silencio institucional.
Manuel Álvarez Sandez.